Jugó en Boca y decidió cambiar su vida para recibirse de ingeniero agrónomo

Emiliano Albín habló en exclusiva con TN sobre la importancia de estudiar. “Hay que prepararse para la vida después de fútbol”, reflexionó.

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Cualquier pibe que alguna vez pateó una pelota soñó con llegar a jugar en primera, pero son muy pocos los afortunados que pudieron cumplirlo. Muchos menos son los que llegaron a vivir del fútbol, aun después de su carrera como profesional.

Por eso, algunos buscan una alternativa para la vida después de la pelota. Uno de ellos es Emiliano Albín. Empezó a estudiar antes de llegar a Montevideo para brillar en Peñarol y mucho antes de cruzar el charco para desembarcar en Boca. Hoy, 16 años después, logró recibirse de ingeniero agrónomo.

En una charla exclusiva con TN, el lateral uruguayo contó: “Arranqué en el 2007 y me recibí hace unos días. En 2011 jugábamos la Copa Libertadores y prácticamente vivíamos concentrados, así que se hacía un poco más difícil y tuve que cortar. Después me fui a la Argentina y retomé la carrera en 2015 cuando volví: hacía de a dos o tres materias, pero tuve que cambiarme de la universidad pública a la privada por un tema de horarios”.

Albín reveló: “Estudiar era lo que más me gustaba porque me liberaba un poco de pensar en el fútbol todo el tiempo, necesitaba salir del ambiente y lo disfrutaba”. Y explicó por qué eligió esa área: “Mi padre es agrónomo y tenía cerca la profesión, me fue llevando. Yo me crié en el campo y la vida acá me gusta, quiero estar conectado con la naturaleza, el aire libre… Igual tomé otro rumbo, porque hoy quiero llevarlo a la creación, al mantenimiento de campos deportivos, porque une las dos pasiones, no por el lado de la producción agropecuaria”.

El día después de mañana: antes que nada, los jugadores son personas

El fútbol cambió, definitivamente. No solo en el campo de juego, sino en la proyección y los valores que se pregonan. “Hoy hay más apuestas de jugadores y los clubes muy de a poco van entendiendo que necesitan formar personas porque muchos no van a llegar a ser profesionales, entonces deben prepararse para el resto de la vida”, opinó Albín.

Emi, como lo llaman en sus pagos, profundizó: “La vida del futbolista es corta y la mayoría de las veces no te salva. Son muy pocos los que pueden vivir el resto de su vida sin trabajar o disfrutar de lo que cosecharon del fútbol, entonces hay que prepararse para la larga vida que hay después”.

A sus 34 años es referente para los más chicos de un plantel, pero antes también se tomaba algunas licencias: “Siempre les recomendaba a los compañeros que estudiaran, por lo menos, que terminaran el liceo (equivalente a la secundaria en la Argentina). La mayoría no lo hacía o tardaba, muchos preferían no estudiar y abocarse solamente al fútbol. Hay que aprovechar las oportunidades que hay hoy para lograrlo, porque te abre puertas o puede despertarte el interés de estudiar algo posterior”.

Jugar en Boca o en Peñarol nunca fue impedimento para estudiar

Cuando estaba en Boca hacía cursos online en Uruguay, no iba presencial, pero sí lo hacía cuando jugaba en Peñarol. La gente me respetaba, aunque obviamente había alguno que quería conversar sobre fútbol”, explicó Albín.

Y añadió: “Tal vez no sea lo ‘normal’, pero se puede hacer. Ahora hay muchas formas para poder estudiar y si algún jugador tiene la chance, creo que debería hacerlo”.

“El fútbol va más allá de la pelota”: libros, huertas y militancia social

Emiliano Albín jugó dos años en Villa Española, un humilde club montevideano con una profunda conciencia social, y lo recordó con mucho cariño: “Cuando llegué, ya era un proyecto que estaba en funcionamiento y que venía del club Miramar Misiones, donde se había trabajado con una base muy sólida y un grupo humano espectacular”.

El proyecto liderado por Agustín Lucas, escritor y futbolista argentino, y Santiago “Bigote” López, goleador histórico del club, trascendió las fronteras del fútbol. Por ejemplo, las paredes de los vestuarios eran bibliotecas y cualquier futbolista podía llevarse o dejar un libro. También había espacio de huerta popular alrededor del campo de juego.

“Se hicieron cambios muy importantes y lo disfrutábamos mucho. La huerta o los libros eran detalles y a su vez una forma de generar conciencia entre los jugadores. Y sobre todo acercar al barrio, ser un club social sin apartarse del contexto: aportábamos a los vecinos y en los chiquilines quedaba el amor por la camiseta, porque el fútbol va más allá de la pelota”, reflexionó.

Por último, Emi compartió una enseñanza de su vida que bien le vendría a cualquier gurí que vaya detrás de una pelota llena de sueños: “No es tan trágico perder un partido. Me crié en clubes donde la exigencia era ganar siempre y cuando ganabas en realidad cumplías con tu labor, era lo que había que hacer. Si bien forjó mi personalidad, en el Villa Española logré disfrutar de un montón de facetas que no pude a lo largo de mi carrera. Sobre todo en el compromiso a nivel social: por ejemplo, la imagen que el club le dio al fútbol y a Uruguay cuando nunca olvidó a los desaparecidos. Eso es muy importante”.

Fuente: TN.